martes, 21 de abril de 2009

Deberes que no se pueden deber

Alineación al centro“Todos los que amamos a las suculentas,
nos acaloramos y ellas tan contentas.
No nos necesitan ni pa’ los mandados,
no prueban bocado y lo soportan todo con resignación.”

Liliana Felipe


El semestre termina, el sexto de mi carrera: dos tercios de ella se han consumido. A veces acabo por sentirme distinto otras no. Con el final cae sobre nosotros una avalancha de deberes. Comienza una lucha contra reloj que estamos obligados a vencer, de no hacerlo, cuatro meses de nuestras vidas carecerían de toda importancia.

La tensión se acumula sobre la espalda, y el cuello parece negarse a sostener la cabeza en su lugar. Nuestro andar se vuelve más lento y las sonrisas aumentan su grado de complejidad, lo mismo que respirar o comer. Dormir, todo lo que queremos es dormir, pero es un lujo tan caro. Sería más fácil obtener una exquisita pluma fuente en alguna marca extraña que me sea difícil pronunciar que sólo dormir.

Pero si ni comer, ni respirar ni sonreír. Si hasta tengo que olvidarme de dormir. Por qué tengo que cuidar las flores del balcón que se rehúsan a vivir aunque agua siempre les doy. (Qué verso tan “mafufo”) Si yo nos la quería, yo no se las pedí a mamá fue ella con sus absurdos quien las trajo para acá (Nótese la influencia de Eu, antes Eunicienta, que escribe el guión de nuestro hipercuento -trabajo final de la materia infernal- en versitos).

El asunto es que las pinches Malvas tienen semana y media en el balcón y una ya se secó… y antes de irse, muy seria mi madre me dijo: “Espero verlas con vida cuando regrese” a lo que cínicamente contesté: “Yo también”. Pero es que a quien se le ocurre ponerme a cargo de unas flores… si ya con la comida, la limpieza y mi cordura mental tengo para rato Ni modo, si han de morir que se mueran: la próxima vez compraré una suculenta.


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