viernes, 13 de agosto de 2010

Incredible nonsense to the man who thought of himself as a fruit

Espero que leas esto, porque lo que voy a escribir es una declaración que negaré si me preguntas. Tengo un deseo, una pulsión, casi irrefrenable, de estar contigo. Algo casual para empezar. Podrías llamar y preguntarme cómo estoy y decirme una que otra tontería. Prometo que si lo haces yo te invitaré a cenar, so pretexto de tener “un montón de cosas que contarte” aunque no diga nada durante el tiempo que estemos juntos.

Sabes que me gustan los silencios. Yo sé que a ti no, sé que te desesperan. Tú crees que no me di cuenta, pero la primera vez que salimos y bebí ese horroroso té chai, miraste al tipo de enfrente y casi le pedias a gritos que te salvará de mi nula conversación.
No quiero sonar pretencioso pero en ese momento luchaba con el dilema moral al que me enfrentaste, tú sabes cómo acabo. Con todo y que me saliste con que “La luna era como tú, tímida y se escondía detrás de las nubes”… y no se cuanta pseudo poesía barata dizque profunda e intelectual. Fue una buena estrategia, tu sabes que me gusta escribir, yo se que te gusta cuando te escribo cosas, sobre todo de las subidas de tono. Me dijiste que las otras eran cursis, y que tu no eras “tanto así” ¡Pinche!
Por eso juré que no te iba a escribir nunca más. Y heme aquí. Pero qué caray, hace tanto, tanto que mi vida no es dramática que me tengo que inventar razones.
A veces me dan ganas de ser yo el que te hable, pero luego se me quitan. Se me quitan por tu culpa ¿por qué siempre que la vida nos pone juntos estas enamorado o con el corazón roto? No es que siempre me disguste, al contrario, me anima cuando me dejas ver detrás del hombre egomaniático que eres la mayor parte del tiempo. Creo que ese es el problema más grave entre tú y yo, y por eso estamos condenados. Somos tan grandilocuentemente caprichosos que guardamos silencio, y pretendemos que todo va bien. Por eso no te digo que me haces falta y no aprieto enviar si te escribo un saludo o un reclamo sutil.
Por eso negaré todo y no escribiré tu nombre. Espero que el título sea suficiente para que sepas que eres tú