A veces quisiera ser un chillón y chillar. Chillar a chorros de mocos y lágrimas. Con gritos desaforados. Chillar así, profundo: con lagrimones que me escurran hasta la barbilla, goteen y hagan un charquito. Llorar hasta empequeñecerme, y ahogarme en el charquito con los bolsillos vacios.
Pero me aguanto, no vaya ser que te enteres.
El último viaje de la memoria
Hace 4 semanas
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